Capitalismo: definición, historia y pensadores clave para comprender el sistema económico actual


 


Capitalismo: definición, historia y pensadores clave para comprender el sistema económico actual

Desde una perspectiva sociológica, del derecho y de la economía, el capitalismo se consolidó como sistema económico y social que se caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción, la búsqueda del lucro, la libre competencia en los mercados y la organización del trabajo asalariado 

El término capitalismo encuentra su origen en Europa durante el tránsito del feudalismo a finales de la Edad Media y el Renacimiento. En ese periodo emergen los denominados “mercaderes sedentarios” en ciudades como Florencia y Venecia, responsables del desarrollo de innovaciones financieras clave — como la banca, el seguro marítimo, la letra de cambio y la contabilidad de doble entrada — que pusieron las bases del capitalismo mercantil moderno, tomando forma teórica en el siglo XVIII gracias a Adam Smith. Su obra The Wealth of Nations (1776) introdujo la “mano invisible” como mecanismo regulador del mercado, con énfasis en la especialización, el ahorro y la eficiencia económica .

En el siglo XVIII, Michael Sonenscher amplió este análisis como historiador intelectual en Capitalism: The Story Behind the Word, describiendo cómo “capitalismo” se convierte en un concepto moderno entre los siglos XVIII y XIX, ligado a la expansión del comercio, la propiedad privada y el trabajo asalariado. Jonathan Levy, por su parte, hace una distinción clave entre el capital no sólo como elemento material sino como proceso pecuniario orientado hacia una valoración futura, concepto que moderniza nuestra comprensión de lo que significa producir riqueza,

Máximos exponentes incluyen a:

Adam Smith (1723–1790)

Considerado el padre de la economía moderna, Adam Smith formuló las bases teóricas del capitalismo en su obra más influyente: La riqueza de las naciones (1776). Su noción de la “mano invisible” expresa cómo el interés individual, en un mercado libre, puede generar beneficios colectivos sin una intervención centralizada. Smith argumentaba que el libre mercado, guiado por la competencia y la búsqueda del beneficio, es más eficaz que cualquier intento de planificación estatal para distribuir los recursos. Además, propuso la división del trabajo como motor de productividad, y sentó las bases para el liberalismo económico clásico. Su enfoque moral se encuentra en Teoría de los sentimientos morales (1759), donde articula la empatía como principio regulador de la vida social, lo que conecta lo económico con lo ético.

David Ricardo (1772–1823)

Economista británico, seguidor de Smith, cuya obra central, Principios de economía política y tributación (1817), sistematiza y amplía el análisis clásico. Su teoría del valor-trabajo explica que el valor de los bienes se determina por la cantidad de trabajo requerido para producirlos. Fue pionero en describir la teoría de la ventaja comparativa, que establece que los países deben especializarse en la producción de aquellos bienes que pueden elaborar con menor costo de oportunidad, favoreciendo el comercio internacional. También expuso la teoría de la renta diferencial, que analiza cómo la productividad marginal de la tierra explica la renta pagada a los terratenientes. Ricardo defendía la acumulación de capital y el libre comercio, aunque reconocía límites estructurales en el sistema capitalista.

Jean-Baptiste Say (1767–1832)

Economista y empresario francés, es conocido por la Ley de los mercados, que postula que "la oferta crea su propia demanda". Según Say, en una economía libre, todo producto ofrecido al mercado genera automáticamente un poder adquisitivo equivalente, ya que producir equivale a demandar. Esta visión subraya la autosuficiencia del mercado y rechaza la posibilidad de crisis de sobreproducción duraderas, creencia cuestionada posteriormente por economistas como Keynes. Say promovió el espíritu empresarial como pilar del sistema económico, ubicando al emprendedor como figura clave en la transformación productiva. Su pensamiento consolidó la noción de que el capitalismo se autorregula si no se le obstaculiza.

John Stuart Mill (1806–1873)

Filósofo y economista británico, amplió el pensamiento clásico con una visión social y ética del capitalismo. En Principios de economía política (1848), Mill distingue entre las leyes de producción, que son naturales e inevitables, y las leyes de distribución, que dependen de las instituciones sociales y políticas. Esto abrió la puerta al debate sobre la justicia distributiva dentro del capitalismo. A pesar de defender el libre mercado, reconocía los excesos del sistema y la necesidad de intervenir en casos de pobreza extrema, proponiendo impuestos progresivos y educación pública. Mill abogaba por una forma de capitalismo reformado que integrara principios utilitaristas y humanistas.

Max Weber (1864–1920)

Sociólogo alemán, no fue economista de formación, pero sus análisis aportaron profundidad histórica y cultural al estudio del capitalismo. En La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), Weber sostiene que ciertos valores religiosos (particularmente del protestantismo calvinista) favorecieron el surgimiento del capitalismo moderno al promover una ética de trabajo disciplinado, ahorro, reinversión y racionalidad económica. Su concepto de "racionalización" explica cómo las sociedades modernas tienden hacia sistemas burocráticos y calculables, lo que facilita el desarrollo capitalista. Weber interpretó al capitalismo no solo como un sistema económico, sino como una forma de vida enmarcada en procesos de secularización y modernización.

Joseph Schumpeter (1883–1950)

Economista austro-estadounidense, desarrolló la teoría del capitalismo dinámico a través del concepto de destrucción creativa. En su obra Capitalismo, socialismo y democracia (1942), Schumpeter argumenta que el motor esencial del capitalismo no es el equilibrio del mercado, sino la innovación disruptiva que destruye estructuras obsoletas para crear otras nuevas. Identificó al emprendedor como el principal agente de este proceso, dando un papel central a la invención tecnológica, los cambios en la organización y la aparición de nuevos productos. Aunque admiraba la fuerza del capitalismo, predijo que sería desplazado por el socialismo debido a su propia tendencia a burocratizarse.

Milton Friedman (1912–2006)

Líder de la Escuela de Chicago y uno de los principales exponentes del neoliberalismo. En Capitalismo y libertad (1962), Friedman sostiene que la libertad económica es la condición necesaria para la libertad política. Fue un defensor incondicional del libre mercado, el control mínimo del Estado y la política monetaria como principal herramienta de regulación económica, rechazando el intervencionismo fiscal keynesiano. Impulsó el concepto de monetarismo, argumentando que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Su pensamiento influyó profundamente en políticas económicas aplicadas en Chile, Reino Unido y Estados Unidos durante las décadas de 1970 y 1980.

Friedrich Hayek (1899–1992)

Economista austríaco y también figura clave del pensamiento neoliberal. En Camino de servidumbre (1944), Hayek advierte sobre los peligros del colectivismo y del intervencionismo estatal excesivo, que considera una amenaza directa a las libertades individuales. Desarrolló la teoría del orden espontáneo, que argumenta que los mercados, sin dirección central, generan mejores resultados que cualquier intento de planificación racional. Para Hayek, el conocimiento está distribuido entre los individuos y ningún órgano central puede sintetizarlo eficientemente. Defendía que el capitalismo es el único sistema compatible con la libertad, el progreso y la innovación.

Otros exponentes notables
También deben considerarse figuras como Robert Nozick, quien desde la filosofía política defiende el capitalismo como base de un Estado mínimo (Anarquía, Estado y utopía, 1974); Gary Becker, que aplicó teorías microeconómicas al comportamiento humano en áreas como la educación y la familia, fortaleciendo el análisis económico liberal; y Thomas Sowell, que critica las políticas redistributivas y sostiene que el capitalismo ofrece mayores oportunidades de movilidad social que cualquier alternativa.

La base teórica del capitalismo —más allá del lucro— implica que la acumulación de capital financia la expansión productiva, bajo la lógica de intercambio libre y propiedad privada. Su propósito histórico fue desplazar al mercantilismo y al orden feudal, maximizar riqueza, eficiencia y crecimiento económico .

Las naciones pioneras fueron Inglaterra y Holanda en los siglos XVI‑XVII, gracias a las inversiones en manufactura y comercio; luego se sumaron Francia, Alemania y Estados Unidos tras la Revolución Industrial (finales del XVIII) .

El capitalismo ha atravesado varias etapas o fases:


Proto-capitalismo (siglos XIII–XVI): mercaderes e incipiente banca medieval

Durante la Baja Edad Media, Europa comenzó a transitar de una economía feudal agraria hacia formas más dinámicas de intercambio económico. En ciudades como Florencia, Venecia, Brujas o Génova, surgieron clases mercantiles que acumularon riqueza mediante el comercio de larga distancia, especialmente con Asia y el norte de África. Este periodo vio el surgimiento de los gremios, el comercio urbano y las primeras formas de acumulación originaria de capital.

La incipiente banca medieval se desarrolló en centros como Florencia con casas bancarias como los Medici, que financiaban guerras, monarquías e incluso al papado. Se instauraron mecanismos financieros que sentaron las bases del crédito moderno: letras de cambio, doble contabilidad, contratos a futuro y préstamos con interés (prohibidos por la Iglesia pero progresivamente legitimados).

Este periodo no era aún capitalista en sentido estricto, ya que la producción seguía dominada por relaciones premodernas (feudalismo, servidumbre), pero sí marcó el inicio de una economía monetizada, orientada al beneficio y a la inversión. Fernand Braudel describe este proceso como una "economía de mercado a la sombra de la economía de subsistencia", donde el capital comienza a articularse como un sistema de poder.


Mercantilismo y capitalismo comercial (siglos XVI–XVIII): charter companies, expansión colonial
Con el descubrimiento de América y la apertura de nuevas rutas marítimas hacia Asia y África, el comercio europeo se expandió a escala global. Este periodo se caracteriza por el mercantilismo, una doctrina económica en la que el Estado tiene un rol activo para acumular metales preciosos (oro y plata), controlar el comercio exterior y fortalecer el poder nacional mediante balanzas comerciales positivas.

El mercantilismo impulsó el surgimiento de compañías por charter real, como la East India Company (Inglaterra, 1600) o la VOC (Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, 1602). Estas compañías poseían derechos exclusivos sobre el comercio en regiones específicas y operaban como proto-estados, con capacidad para declarar guerras, acuñar moneda o fundar colonias. Fueron pilares del colonialismo, facilitando el saqueo de recursos y la exportación de esclavos africanos.

Durante este periodo, el capital se organizó alrededor de redes comerciales transnacionales y el uso de flotas armadas, mientras la producción seguía siendo artesanal. Karl Polanyi argumenta que aquí aún no hay mercado autorregulado, sino un sistema donde la economía está subordinada a fines políticos.


Capitalismo industrial clásico (finales del siglo XVIII–XIX): fábricas, división del trabajo y producción masiva
La Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña en el siglo XVIII, marcó el nacimiento del capitalismo como sistema dominante de producción. Con la introducción de la máquina de vapor, telares mecánicos, siderurgia moderna y ferrocarriles, la economía dejó de depender de la energía humana o animal para apoyarse en combustibles fósiles.

El sistema fabril impuso una nueva forma de organización del trabajo: la división del trabajo, teorizada por Adam Smith en La riqueza de las naciones, aumentó la productividad pero también fragmentó la experiencia laboral del obrero. La jornada laboral se volvió más extensa y regimentada, y las condiciones en fábricas urbanas eran frecuentemente inhumanas. La acumulación de capital se aceleró mediante la explotación del trabajo asalariado.

Este modelo se extendió desde el Reino Unido hacia Francia, Alemania y EE.UU., provocando migraciones masivas del campo a las ciudades, transformando las estructuras sociales, creando una nueva clase obrera industrial y dando origen a los primeros movimientos sindicales y al marxismo como crítica teórica del sistema. Karl Marx observó que el capitalismo industrial contenía contradicciones internas que, al agudizarse, provocarían su transformación revolucionaria.


Capitalismo de Estado y socialdemócrata (siglo XX): bienestar, regulaciones laborales y protección social
Tras las guerras mundiales y la Gran Depresión, las democracias occidentales comenzaron a alejarse del liberalismo económico clásico. La crisis de 1929 evidenció los límites de un sistema sin regulación. John Maynard Keynes propuso una solución alternativa en Teoría general del empleo, el interés y el dinero (1936), basada en la intervención estatal para estimular la demanda agregada, el empleo y el crecimiento.

Esto dio lugar al capitalismo de Estado y socialdemócrata, una forma híbrida en la que el mercado coexiste con políticas de bienestar, como sanidad pública, educación universal, pensiones y derechos laborales. 

Gøsta Esping‑Andersen, en The Three Worlds of Welfare Capitalism (1990), clasificó los regímenes de bienestar capitalista en tres modelos: liberal (EE.UU., Reino Unido), conservador o corporativo (Alemania, Francia, Bélgica) y socialdemócrata (Suecia, Dinamarca, Noruega). Estos reflejan diferentes lógicas de mercado, estado y familia, y distintos grados de protección social, desmercantilización y estratificación socioeconómica. 

También hay modelos híbridos, como el de los Países Bajos, con rasgos mixtos. Este tipo de capitalismo alcanzó su cenit entre 1945 y 1973, en el llamado período de los "Treinta Gloriosos", caracterizado por crecimiento, baja desigualdad y ampliación de derechos sociales.

En Japón, el desarrollo capitalista contiene también elementos estatales: el protoindustrialismo rural y la relación entre agricultura y manufactura en el período Tokugawa prepararon el terreno para su industrialización moderna . En Rusia, Lenin documentó que el capitalismo se impuso a través de la transformación de estructuras agrarias comunes hacia formas capitalistas de producción ya en el siglo XIX.

El historiador Donald Sassoon, en su análisis sobre el capitalismo entre 1860 y 1914, muestra cómo su expansión global generó una mayor integración internacional del comercio, la tecnología y la política, y cómo esto estuvo acompañado de tensiones internas y violencia imperialista, sin frenar su capacidad de generar prosperidad.


Neoliberalismo y globalización (desde 1980): desregulación, privatización y capital financiero globalizado
Con la crisis del petróleo en los años 70, la estanflación y el agotamiento del modelo keynesiano, emergió un nuevo paradigma: el neoliberalismo, impulsado por Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EE.UU. Este modelo se basa en las ideas de Friedrich Hayek y Milton Friedman: reducción del Estado, privatización de servicios públicos, libre comercio, flexibilización laboral y apertura a los mercados financieros globales.

Instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) promovieron estas políticas a escala planetaria, especialmente en América Latina, Europa del Este y África. La caída del bloque soviético en 1991 consolidó el dominio del capitalismo global.

En esta etapa, el capital financiero ganó un papel protagónico. La inversión especulativa, los fondos de cobertura, las criptomonedas y los derivados financieros aumentaron exponencialmente. Las corporaciones multinacionales adquirieron más poder que muchos Estados, mientras se incrementaron las desigualdades sociales y ambientales.

David Harvey, en Breve historia del neoliberalismo (2005), denuncia que esta etapa representa una “acumulación por desposesión”, en la que las élites globales concentran el capital a través de la precarización del trabajo, la urbanización privatizada y la mercantilización de bienes públicos.


Capitalismo contemporáneo: fragmentación, tensiones y reconfiguración global

En el siglo XXI, el capitalismo ha dejado de ser un modelo homogéneo. Su evolución ha dado lugar a un conjunto de subtendencias y configuraciones heterogéneas, determinadas tanto por las transformaciones tecnológicas como por las crisis financieras, las tensiones geopolíticas, la presión ecológica y los movimientos sociales globales. Lejos de una narrativa lineal, el capitalismo actual se caracteriza por su fragmentación funcional y por la disputa entre paradigmas en competencia.

Entre las principales subtendencias actuales destacan:

  1. Capitalismo financiero: En esta forma, el capital productivo cede protagonismo al capital financiero, orientado a la especulación, la deuda y la rentabilidad a corto plazo. Esta tendencia, consolidada desde los años 80, ha sido ampliamente analizada por autores como Giovanni Arrighi (El largo siglo XX, 1994) y Saskia Sassen, quien advierte cómo la financiarización debilita los vínculos entre inversión y desarrollo real. Su manifestación más clara fue la crisis financiera global de 2008, originada en el sector hipotecario estadounidense y propagada por productos financieros derivados desregulados.

  2. Capitalismo digital: A partir del desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, ha surgido una nueva forma de acumulación centrada en los datos. Empresas como Google, Amazon, Apple, Meta y Microsoft son actores dominantes de este modelo, cuyo insumo principal no es el trabajo físico ni el capital industrial, sino el control y procesamiento de información personal. Autores como Shoshana Zuboff (en La era del capitalismo de la vigilancia, 2019) argumentan que este tipo de capitalismo inaugura una lógica de extracción algorítmica que socava la privacidad y crea nuevos mecanismos de dominación.

  3. Capitalismo estatal (modelo chino): China ha consolidado un modelo que combina planificación centralizada, liderazgo del Partido Comunista y mercados dinámicos en sectores clave. No se trata de una economía socialista clásica, sino de un capitalismo dirigido por el Estado, donde empresas públicas y privadas conviven bajo un marco estratégico nacional. Xi Jinping ha profundizado esta forma de desarrollo, en la cual la inversión estatal en infraestructura, tecnología e innovación ha permitido crecimiento sostenido, expansión global (por ejemplo, la Iniciativa de la Franja y la Ruta) y autonomía frente al modelo liberal occidental.

  4. Tensiones entre neoliberalismo y propuestas post‑neoliberales o poscapitalistas: Desde la crisis de 2008, se ha intensificado el cuestionamiento del neoliberalismo. Movimientos sociales, gobiernos progresistas (como los de América Latina en los 2000), y pensadores contemporáneos como Thomas Piketty, Mariana Mazzucato y Nancy Fraser, plantean propuestas post-neoliberales, que incluyen mayor intervención estatal, redistribución de la riqueza, transición ecológica, economía del cuidado y propiedad común de plataformas digitales. Estas corrientes aún coexisten en tensión con un orden neoliberal global que se resiste a ceder hegemonía.


Países clave y evolución geopolítica del capitalismo

Las geografías del capitalismo han variado en función de las etapas históricas:

  • En los orígenes mercantiles y comerciales (siglos XVI–XVIII), Países Bajos y Reino Unido lideraron la acumulación mediante compañías coloniales, flotas navales y banca transnacional.

  • Durante la industrialización (siglos XVIII–XIX), el liderazgo se mantuvo en Reino Unido, extendiéndose luego a Francia, Alemania y progresivamente a Estados Unidos, que se convertiría en el núcleo del capitalismo global tras la Segunda Guerra Mundial.

  • En la era neoliberal (desde 1980), EE.UU. y Reino Unido encabezaron la desregulación financiera, las privatizaciones y el libre comercio, con difusión global a través del FMI, el Banco Mundial y la OMC. Este paradigma influyó tanto en Europa continental como en Japón, Corea del Sur, Chile, México, India, generando variaciones nacionales.


Modelos híbridos: libertad de mercado y protección social

Actualmente, varios países han consolidado modelos mixtos que combinan mecanismos de mercado con políticas públicas robustas. No son anticapitalistas, pero sí representan alternativas al modelo puramente neoliberal:

  • Modelos escandinavos (Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia): sostienen economías de mercado abiertas e innovadoras, al tiempo que ofrecen uno de los sistemas de bienestar más avanzados del mundo. Su combinación de sindicatos fuertes, impuestos progresivos y servicios públicos universales ha reducido las desigualdades y generado cohesión social.

  • Capitalismo organizado europeo (Alemania, Austria, Países Bajos): estructuran sus economías con una cooperación institucionalizada entre empleadores, trabajadores y Estado. Ejemplo de ello son los sistemas de cogestión empresarial y los seguros de desempleo vinculados a la formación laboral.

  • Capitalismo asiático con fuerte regulación estatal (Corea del Sur, Singapur, Taiwán, China): estos países han mostrado capacidad de orientar el mercado hacia metas nacionales de desarrollo, mediante políticas industriales activas, regulación del capital extranjero y planificación de largo plazo.


La importancia de comprender el capitalismo actual

Estudiar las formas contemporáneas del capitalismo es fundamental para comprender:

  • El origen y funcionamiento de la riqueza moderna: La acumulación de capital y las desigualdades actuales no son naturales, sino el resultado de estructuras históricas, decisiones políticas y dinámicas sociales acumuladas durante siglos.

  • Las tensiones entre mercado, poder y desigualdad: El capitalismo organiza no solo la producción y el consumo, sino también las relaciones de clase, género, raza y territorio. Entender estas tensiones permite pensar en soluciones estructurales y no meramente técnicas.

  • La génesis de crisis recurrentes: Desde la crisis financiera global de 2008 hasta los desafíos económicos post-pandemia, el sistema muestra ciclos de auge y colapso que tienen raíces en la especulación, la desregulación y la concentración del poder económico.

  • Las distintas formas de organización social y sus implicancias políticas, culturales y ambientales: La forma en que se estructura la economía impacta en la democracia, el medio ambiente, la calidad de vida y la posibilidad de imaginar futuros sostenibles.


Comprender estos distintos modelos y evoluciones del capitalismo es vital para analizar sus implicaciones: cómo se generan y justifican desigualdades, cuáles son los mecanismos sistémicos de crisis recurrentes, cómo interactúan cultura, innovación y estructura institucional, y cómo se regula su impacto social y ambiental. Estas razones hacen imprescindible su estudio para la formulación de políticas públicas robustas y equitativas frente a los retos contemporáneos de desigualdad, gobernanza global, sostenibilidad ambiental y transformación del mundo del trabajo.

TEXTO EN INGLÉS

Capitalism: Definition, History, and Key Thinkers to Understand the Current Economic System

From a sociological, legal, and economic perspective, capitalism consolidated as an economic and social system characterized by private ownership of the means of production, the pursuit of profit, free market competition, and the organization of wage labor.

The term capitalism originated in Europe during the transition from feudalism at the end of the Middle Ages and the Renaissance. During this period, the so-called “sedentary merchants” emerged in cities such as Florence and Venice. They were responsible for the development of key financial innovations—such as banking, marine insurance, bills of exchange, and double-entry bookkeeping—that laid the foundations for modern mercantile capitalism, which took theoretical shape in the 18th century thanks to Adam Smith. His work The Wealth of Nations (1776) introduced the concept of the “invisible hand” as a market-regulating mechanism, emphasizing specialization, savings, and economic efficiency.

In the 18th century, Michael Sonenscher expanded this analysis as an intellectual historian in Capitalism: The Story Behind the Word, describing how “capitalism” became a modern concept between the 18th and 19th centuries, linked to the expansion of trade, private property, and wage labor. Jonathan Levy, for his part, makes a key distinction between capital not only as a material element but as a pecuniary process oriented toward future valuation—a concept that modernizes our understanding of what it means to produce wealth.

Key Exponents Include:

Adam Smith (1723–1790)
Considered the father of modern economics, Adam Smith formulated the theoretical foundations of capitalism in his most influential work, The Wealth of Nations (1776). His notion of the “invisible hand” expresses how individual self-interest, in a free market, can generate collective benefits without centralized intervention. Smith argued that the free market, guided by competition and the pursuit of profit, is more effective than any state planning attempt to distribute resources. He also proposed the division of labor as a driver of productivity and laid the foundations for classical economic liberalism. His moral approach is found in The Theory of Moral Sentiments (1759), where he articulates empathy as a regulatory principle of social life, connecting economics with ethics.

David Ricardo (1772–1823)
British economist and follower of Smith, whose central work, Principles of Political Economy and Taxation (1817), systematized and expanded classical analysis. His labor theory of value explains that the value of goods is determined by the amount of labor required to produce them. He pioneered the theory of comparative advantage, which states that countries should specialize in producing goods they can produce at the lowest opportunity cost, thus favoring international trade. He also exposed the theory of differential rent, analyzing how the marginal productivity of land explains the rent paid to landowners. Ricardo advocated for capital accumulation and free trade, though he acknowledged structural limits within the capitalist system.

Jean-Baptiste Say (1767–1832)
French economist and entrepreneur, known for Say's Law, which states that "supply creates its own demand." According to Say, in a free economy, every product offered to the market automatically generates equivalent purchasing power, as producing implies demanding. This view emphasizes market self-sufficiency and rejects the possibility of prolonged overproduction crises, a belief later questioned by economists like Keynes. Say promoted entrepreneurship as a pillar of the economic system, placing the entrepreneur as a key figure in productive transformation. His thinking consolidated the notion that capitalism self-regulates if left unobstructed.

John Stuart Mill (1806–1873)
British philosopher and economist, who expanded classical thought with a social and ethical vision of capitalism. In Principles of Political Economy (1848), Mill distinguishes between the laws of production, which are natural and inevitable, and the laws of distribution, which depend on social and political institutions. This opened the door to debates on distributive justice within capitalism. Despite defending the free market, he recognized the system's excesses and the need for intervention in cases of extreme poverty, proposing progressive taxation and public education. Mill advocated for a reformed capitalism integrating utilitarian and humanist principles.

Max Weber (1864–1920)
German sociologist, not formally an economist, but whose analyses brought historical and cultural depth to the study of capitalism. In The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism (1905), Weber argues that certain religious values (particularly Calvinist Protestantism) favored the emergence of modern capitalism by promoting a work ethic based on discipline, savings, reinvestment, and economic rationality. His concept of “rationalization” explains how modern societies tend toward bureaucratic and calculable systems, facilitating capitalist development. Weber interpreted capitalism not only as an economic system but as a way of life framed by processes of secularization and modernization.

Joseph Schumpeter (1883–1950)
Austrian-American economist who developed the theory of dynamic capitalism through the concept of creative destruction. In Capitalism, Socialism and Democracy (1942), Schumpeter argued that the essential driver of capitalism is not market equilibrium but disruptive innovation that destroys obsolete structures to create new ones. He identified the entrepreneur as the main agent of this process, giving a central role to technological invention, organizational change, and the emergence of new products. Although he admired capitalism’s strength, he predicted that it would eventually be displaced by socialism due to its own tendency toward bureaucratization.

Milton Friedman (1912–2006)
Leader of the Chicago School and one of the main exponents of neoliberalism. In Capitalism and Freedom (1962), Friedman argues that economic freedom is a necessary condition for political freedom. He was a staunch defender of free markets, minimal state control, and monetary policy as the primary tool for economic regulation, rejecting Keynesian fiscal intervention. He promoted the concept of monetarism, arguing that inflation is always and everywhere a monetary phenomenon. His thinking deeply influenced economic policies applied in Chile, the United Kingdom, and the United States during the 1970s and 1980s.

Friedrich Hayek (1899–1992)
Austrian economist and key figure of neoliberal thought. In The Road to Serfdom (1944), Hayek warns of the dangers of collectivism and excessive state intervention, which he considers a direct threat to individual freedoms. He developed the theory of spontaneous order, arguing that markets, without central direction, produce better outcomes than any attempt at rational planning. For Hayek, knowledge is dispersed among individuals, and no central authority can efficiently synthesize it. He defended capitalism as the only system compatible with freedom, progress, and innovation.

Other Notable Exponents
Figures such as Robert Nozick, who from political philosophy defends capitalism as the foundation for a minimal state (Anarchy, State, and Utopia, 1974); Gary Becker, who applied microeconomic theories to human behavior in areas such as education and family, strengthening liberal economic analysis; and Thomas Sowell, who criticizes redistributive policies and argues that capitalism offers greater opportunities for social mobility than any alternative, should also be considered.

The theoretical foundation of capitalism—beyond profit—implies that capital accumulation finances productive expansion, under the logic of free exchange and private property. Its historical purpose was to displace mercantilism and the feudal order, maximizing wealth, efficiency, and economic growth.

The pioneering nations were England and the Netherlands in the 16th and 17th centuries, thanks to investments in manufacturing and trade, followed by France, Germany, and the United States after the Industrial Revolution (late 18th century).

Capitalism has gone through several stages or phases:

Proto-Capitalism (13th–16th centuries): Merchants and Early Medieval Banking
During the Late Middle Ages, Europe began transitioning from a feudal agrarian economy to more dynamic forms of economic exchange. In cities such as Florence, Venice, Bruges, and Genoa, merchant classes emerged, accumulating wealth through long-distance trade, especially with Asia and North Africa. This period saw the rise of guilds, urban commerce, and the first forms of primitive capital accumulation.

Early medieval banking developed in centers like Florence with banking houses such as the Medici, which financed wars, monarchies, and even the papacy. Financial mechanisms were established that laid the foundations for modern credit: bills of exchange, double-entry bookkeeping, futures contracts, and interest-bearing loans (initially prohibited by the Church but progressively legitimized).

This period was not yet capitalist in the strict sense, as production remained dominated by premodern relations (feudalism, serfdom), but it did mark the beginning of a monetized economy oriented toward profit and investment. Fernand Braudel describes this process as a “market economy in the shadow of the subsistence economy,” where capital began to articulate itself as a system of power.


Mercantilism and Commercial Capitalism (16th–18th centuries): Chartered Companies, Colonial Expansion
With the discovery of the Americas and the opening of new maritime routes to Asia and Africa, European trade expanded on a global scale. This period is characterized by mercantilism, an economic doctrine in which the state plays an active role in accumulating precious metals (gold and silver), controlling foreign trade, and strengthening national power through positive trade balances.

Mercantilism spurred the emergence of chartered companies, such as the East India Company (England, 1600) and the Dutch East India Company, VOC (1602). These companies held exclusive rights over trade in specific regions and operated as proto-states, with the capacity to declare wars, mint currency, and establish colonies. They were pillars of colonialism, facilitating the plundering of resources and the exportation of African slaves.

During this period, capital was organized around transnational trade networks and the use of armed fleets, while production remained largely artisanal. Karl Polanyi argues that at this stage there was still no self-regulating market, but rather a system where the economy was subordinated to political objectives.


Classical Industrial Capitalism (Late 18th–19th Centuries): Factories, Division of Labor, Mass Production
The Industrial Revolution, which began in Britain in the 18th century, marked the birth of capitalism as the dominant system of production. With the introduction of the steam engine, mechanical looms, modern steelmaking, and railways, the economy ceased to depend on human or animal energy, relying instead on fossil fuels.

The factory system imposed a new form of labor organization: the division of labor, theorized by Adam Smith in The Wealth of Nations, increased productivity but also fragmented the worker's labor experience. The workday became longer and more regimented, and conditions in urban factories were often inhumane. Capital accumulation accelerated through the exploitation of wage labor.

This model expanded from the United Kingdom to France, Germany, and the United States, prompting massive migrations from rural areas to cities, transforming social structures, creating a new industrial working class, and giving rise to the first labor movements and to Marxism as a theoretical critique of the system. Karl Marx observed that industrial capitalism contained internal contradictions that, as they intensified, would provoke its revolutionary transformation.


State and Social Democratic Capitalism (20th Century): Welfare, Labor Regulations, and Social Protection
Following the world wars and the Great Depression, Western democracies began to move away from classical economic liberalism. The 1929 crisis exposed the limits of an unregulated system. John Maynard Keynes proposed an alternative solution in The General Theory of Employment, Interest, and Money (1936), based on state intervention to stimulate aggregate demand, employment, and growth.

This gave rise to state and social democratic capitalism, a hybrid form in which the market coexists with welfare policies such as public healthcare, universal education, pensions, and labor rights.

Gøsta Esping-Andersen, in The Three Worlds of Welfare Capitalism (1990), classified capitalist welfare regimes into three models: liberal (U.S., United Kingdom), conservative or corporatist (Germany, France, Belgium), and social democratic (Sweden, Denmark, Norway). These models reflect different market, state, and family dynamics, as well as varying degrees of social protection, decommodification, and socioeconomic stratification.

There are also hybrid models, such as that of the Netherlands, with mixed characteristics. This type of capitalism reached its peak between 1945 and 1973, in the so-called "Thirty Glorious Years," characterized by growth, low inequality, and the expansion of social rights.

In Japan, capitalist development also contains state-driven elements: rural proto-industrialization and the relationship between agriculture and manufacturing during the Tokugawa period paved the way for its modern industrialization. In Russia, Lenin documented how capitalism took hold through the transformation of communal agrarian structures into capitalist forms of production as early as the 19th century.

Historian Donald Sassoon, in his analysis of capitalism between 1860 and 1914, shows how its global expansion generated greater international integration of trade, technology, and politics, accompanied by internal tensions and imperialist violence, without hindering its capacity to generate prosperity.


Neoliberalism and Globalization (Since 1980): Deregulation, Privatization, and Globalized Financial Capital
With the oil crisis of the 1970s, stagflation, and the exhaustion of the Keynesian model, a new paradigm emerged: neoliberalism, promoted by Margaret Thatcher in the United Kingdom and Ronald Reagan in the United States. This model is based on the ideas of Friedrich Hayek and Milton Friedman: reduction of the state, privatization of public services, free trade, labor market flexibility, and openness to global financial markets.

Institutions such as the International Monetary Fund (IMF), the World Bank, and the World Trade Organization (WTO) promoted these policies on a global scale, particularly in Latin America, Eastern Europe, and Africa. The collapse of the Soviet bloc in 1991 consolidated the dominance of global capitalism.

In this phase, financial capital gained a leading role. Speculative investment, hedge funds, cryptocurrencies, and financial derivatives increased exponentially. Multinational corporations acquired more power than many nation-states, while social and environmental inequalities intensified.

David Harvey, in A Brief History of Neoliberalism (2005), denounces this phase as a process of "accumulation by dispossession," in which global elites concentrate capital through labor precarization, privatized urbanization, and the commodification of public goods.

Contemporary Capitalism: Fragmentation, Tensions, and Global Reconfiguration
In the 21st century, capitalism is no longer a homogeneous model. Its evolution has given rise to a set of heterogeneous sub-trends and configurations, shaped by technological transformations, financial crises, geopolitical tensions, ecological pressures, and global social movements. Far from following a linear narrative, contemporary capitalism is characterized by functional fragmentation and competition between opposing paradigms.

Among the main current sub-trends are:

Financial Capitalism:
In this form, productive capital gives way to financial capital, oriented toward speculation, debt, and short-term profitability. This trend, consolidated since the 1980s, has been widely analyzed by authors such as Giovanni Arrighi (The Long Twentieth Century, 1994) and Saskia Sassen, who warns that financialization weakens the link between investment and real development. Its clearest manifestation was the 2008 global financial crisis, which originated in the U.S. mortgage sector and spread through deregulated financial derivatives.

Digital Capitalism:
Driven by the development of information and communication technologies, a new form of accumulation centered on data has emerged. Companies such as Google, Amazon, Apple, Meta, and Microsoft are dominant actors in this model, whose main input is neither physical labor nor industrial capital, but the control and processing of personal information. Authors like Shoshana Zuboff (The Age of Surveillance Capitalism, 2019) argue that this type of capitalism inaugurates an algorithmic extraction logic that undermines privacy and creates new mechanisms of domination.

State Capitalism (Chinese Model):
China has consolidated a model that combines centralized planning, Communist Party leadership, and dynamic markets in key sectors. It is not a classic socialist economy, but rather a form of state-led capitalism, where public and private companies coexist under a national strategic framework. Xi Jinping has deepened this development approach, in which state investment in infrastructure, technology, and innovation has enabled sustained growth, global expansion (such as the Belt and Road Initiative), and autonomy from the Western liberal model.

Tensions Between Neoliberalism and Post-Neoliberal or Post-Capitalist Proposals:
Since the 2008 crisis, the questioning of neoliberalism has intensified. Social movements, progressive governments (such as those in Latin America in the 2000s), and contemporary thinkers like Thomas Piketty, Mariana Mazzucato, and Nancy Fraser have proposed post-neoliberal alternatives, including greater state intervention, wealth redistribution, ecological transition, care economy, and common ownership of digital platforms. These currents still coexist in tension with a global neoliberal order that resists relinquishing hegemony.


Key Countries and the Geopolitical Evolution of Capitalism
The geographies of capitalism have varied according to historical stages:

  • During the mercantile and commercial origins (16th–18th centuries), the Netherlands and the United Kingdom led capital accumulation through colonial companies, naval fleets, and transnational banking.

  • During industrialization (18th–19th centuries), leadership remained in the United Kingdom, later extending to France, Germany, and progressively to the United States, which would become the core of global capitalism after World War II.

  • In the neoliberal era (since 1980), the U.S. and the U.K. spearheaded financial deregulation, privatizations, and free trade, which were globally promoted through the IMF, the World Bank, and the WTO. This paradigm influenced continental Europe, as well as Japan, South Korea, Chile, Mexico, and India, generating national variations.


Hybrid Models: Market Freedom and Social Protection
Today, several countries have consolidated mixed models that combine market mechanisms with robust public policies. These models are not anti-capitalist but represent alternatives to the purely neoliberal framework:

  • Scandinavian Models (Sweden, Norway, Denmark, Finland): They sustain open and innovative market economies while offering some of the world's most advanced welfare systems. Their combination of strong labor unions, progressive taxation, and universal public services has reduced inequality and generated social cohesion.

  • European Organized Capitalism (Germany, Austria, the Netherlands): These countries structure their economies with institutionalized cooperation between employers, workers, and the state. Examples include co-determination systems in companies and unemployment insurance linked to workforce training.

  • Asian Capitalism with Strong State Regulation (South Korea, Singapore, Taiwan, China): These countries have demonstrated the ability to steer the market toward national development goals through active industrial policies, regulation of foreign capital, and long-term planning.


The Importance of Understanding Contemporary Capitalism
Studying the contemporary forms of capitalism is essential to understanding:

  • The origins and functioning of modern wealth: The accumulation of capital and current inequalities are not natural but the result of historical structures, political decisions, and social dynamics that have developed over centuries.

  • The tensions between market, power, and inequality: Capitalism organizes not only production and consumption but also class, gender, race, and territorial relations. Understanding these tensions allows for thinking about structural—not merely technical—solutions.

  • The origins of recurrent crises: From the 2008 global financial crisis to the post-pandemic economic challenges, the system displays cycles of boom and collapse rooted in speculation, deregulation, and the concentration of economic power.

  • The different forms of social organization and their political, cultural, and environmental implications: The way the economy is structured impacts democracy, the environment, quality of life, and the possibility of imagining sustainable futures.

Understanding these different models and evolutions of capitalism is vital to analyzing their implications: how inequalities are generated and justified, what the systemic mechanisms behind recurrent crises are, how culture, innovation, and institutional structures interact, and how their social and environmental impacts are regulated. These reasons make it essential to study capitalism in order to formulate robust and equitable public policies in the face of contemporary challenges such as inequality, global governance, environmental sustainability, and the transformation of the world of work.

Referencias:

Acemoglu, D., Naidu, S., Restrepo, P., & others (2019). “Democracy does cause growth.” Journal of Political Economy, 127(1).
Adam Smith (1776). An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations.
Arrighi, G. (1994). El largo siglo XX. Madrid: Akal.
Banco Mundial. (2023). World Development Indicators.
Braudel, F. (1982). El tiempo del mundo. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2022). Panorama Social de América Latina.
Esping-Andersen, G. (1990). The Three Worlds of Welfare Capitalism. Princeton University Press.
Fondo Monetario Internacional (FMI). (2023). World Economic Outlook.
Harvey, D. (2005). A Brief History of Neoliberalism. Oxford University Press.
Marx, K. (1867). Das Kapital.
Mazzucato, M. (2018). The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy. Penguin Books.
Schumpeter, J. A. (1942). Capitalism, Socialism and Democracy.
Lenin, V. I. (1916). Imperialismo, fase superior del capitalismo.
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Kotz, D. M. (2015). “What is Neoliberalism,” en The Rise and Fall of Free‑Market Capitalism. Harvard University Press.
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). (2023). Income Inequality and Poverty Database.
Polanyi, K. (1944). The Great Transformation. Beacon Press.
Piketty, T. (2014). Capital in the Twenty-First Century. Harvard University Press.
Piven, F. F. (2015). “Neoliberalism and the welfare state.” Journal of International and Comparative Social Policy, 31(1).
Sassen, S. (2001). The Global City: New York, London, Tokyo. Princeton University Press.
Weber, M. (1905). Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus.
Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism. PublicAffairs.





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