G7 y BRICS: Visiones Contrapuestas de Gobernanza Global en un Mundo Multipolar
G7 y BRICS: Visiones Contrapuestas de Gobernanza Global en un Mundo Multipolar
El Grupo de los Siete, conocido como G7, es una alianza de naciones con economías altamente desarrolladas, conformada por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, con la Unión Europea participando también en calidad de observador permanente. Fue establecido en 1975 durante una reunión en Rambouillet, Francia, por iniciativa del entonces presidente francés Valéry Giscard d’Estaing y el canciller alemán Helmut Schmidt. Su propósito inicial fue coordinar políticas económicas y financieras tras las turbulencias de la crisis del petróleo y el colapso del sistema de Bretton Woods. Desde entonces, el G7 ha evolucionado hasta convertirse en una plataforma informal pero influyente para discutir los principales desafíos globales que afectan no solo a sus integrantes, sino al mundo entero.
A lo largo de los años, la agenda del G7 se ha expandido más allá de los asuntos económicos para abordar temas interconectados como el cambio climático, el comercio justo, la seguridad global, la salud pública, el desarrollo sostenible, la igualdad de género y, más recientemente, la inteligencia artificial y los riesgos tecnológicos emergentes. Uno de sus logros destacados ha sido la creación de organismos como el Financial Stability Board en 1999, que vigila los riesgos del sistema financiero mundial. Además, ha impulsado iniciativas como el Fondo Mundial para combatir el VIH, la tuberculosis y la malaria, y el programa Muskoka de salud materno-infantil en países en desarrollo. También fue esencial durante la pandemia por COVID-19, al coordinar financiamiento para mil millones de dosis de vacunas a través de mecanismos multilaterales (White House, 2024; Financial Times, 2024).
La edición 2025 del G7 se celebra en Kananaskis, Alberta, Canadá, del 16 al 17 de junio, bajo la presidencia rotativa canadiense. En esta ocasión, la cumbre cobra especial relevancia no solo por el contexto geopolítico marcado por la guerra en Ucrania, las tensiones con China y las elecciones en Estados Unidos, sino por la invitación que recibió México para participar como país invitado, junto a otras naciones como India, Brasil y Ucrania. La presencia mexicana, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, representa un hito histórico: será la primera vez que un líder mexicano asista personalmente a esta cumbre, marcando un giro significativo en la política exterior del país.
México tiene una relación estratégica con varios miembros del G7, especialmente con Estados Unidos y Canadá, socios del T-MEC. En el marco de la cumbre, se lleva a cabo una reunión trilateral clave que sienta las bases para la revisión del tratado en 2026. Esta oportunidad permite al gobierno mexicano presentar y negociar temas cruciales como la protección del acero y aluminio nacional, los mecanismos laborales transfronterizos y las reglas de origen que afectan directamente a sectores productivos nacionales (Ellsworth, 2025).
Más allá del comercio, México llega a la cumbre con propuestas concretas que abordan los retos globales desde una visión del sur global: propone una regulación ética de la inteligencia artificial, el fortalecimiento de políticas climáticas basadas en justicia social y la migración ordenada. También impulsa la iniciativa de destinar al menos 1 % del gasto militar mundial al combate del cambio climático y programas como “Sembrando Vida” como modelo de restauración ecológica sostenible. Estas propuestas posicionan a México como un puente entre países en desarrollo y economías industrializadas, y reafirman su vocación multilateral y de cooperación (Gobierno de México, 2025).
La participación de países invitados tiene un valor estratégico para el G7. Aunque es un grupo limitado, sus decisiones impactan a escala global; por ello, incluir voces externas otorga legitimidad y apertura al diálogo Sur-Norte. Los países invitados aportan perspectivas y prioridades que ayudan a los países miembros a entender mejor las implicaciones globales de sus decisiones. En este sentido, la presencia de México contribuye a visibilizar temas que afectan a América Latina y que muchas veces quedan relegados en las grandes cumbres internacionales.
Para la sociedad en general, el G7 y sus cumbres anuales pueden parecer distantes, pero sus decisiones tienen efectos tangibles: desde los estándares internacionales sobre comercio e impuestos digitales hasta los compromisos para la reducción de emisiones contaminantes, la promoción de la educación y la salud, y el acceso equitativo a tecnología. Que México tenga una silla en esta mesa significa mayor posibilidad de incidir en decisiones que afectan directamente a su población. También permite fortalecer vínculos con inversionistas y organismos multilaterales, abrir canales de cooperación técnica, y participar en soluciones compartidas para desafíos que trascienden fronteras.
La inclusión de países invitados en estas reuniones busca también consolidar el liderazgo colectivo del Sur Global, es decir, un modelo de gobernanza más horizontal, donde las decisiones no emanan de una hegemonía, sino del consenso entre diversas realidades nacionales. Este enfoque contrasta con las dinámicas del G7, donde las decisiones suelen reflejar la agenda de las potencias industriales occidentales.
Frente al G7, también existen agrupaciones que representan otras visiones del orden mundial, siendo el BRICS uno de los más relevantes. Fundado en 2006 y conformado originalmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (que se integró en 2010), este grupo surgió como contrapeso a las potencias tradicionales del G7. Su creación fue impulsada por el interés de las principales economías emergentes en promover un nuevo modelo de gobernanza global más incluyente, multipolar y centrado en el desarrollo equitativo. Las primeras reuniones informales ocurrieron en Nueva York y luego en Ekaterimburgo, Rusia, donde se formalizó su estructura con la presencia de los jefes de Estado (BRICS, 2010).
El grupo BRICS tiene su origen en una propuesta conceptual formulada por el economista Jim O’Neill en 2001, entonces jefe de investigaciones económicas globales de Goldman Sachs. En su artículo titulado Building Better Global Economic BRICs, O’Neill señalaba que las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China tendrían un papel cada vez más relevante en la economía global, y que era necesario repensar la arquitectura financiera internacional para incluirlas de manera más representativa (O’Neill, 2001).
Aunque inicialmente fue una categoría analítica con fines económicos, los países identificados bajo el acrónimo BRIC comenzaron a reunirse de manera informal hacia mediados de la década del 2000. La primera reunión ministerial oficial del grupo tuvo lugar en Nueva York, el 20 de septiembre de 2006, al margen de la Asamblea General de la ONU. Participaron los ministros de Asuntos Exteriores de los cuatro países (Brasil, Rusia, India y China), y allí se estableció la voluntad de crear un mecanismo permanente de diálogo y cooperación.
La primera cumbre formal de jefes de Estado del BRIC se celebró en Ekaterimburgo, Rusia, el 16 de junio de 2009, en un contexto marcado por la crisis financiera global de 2008, que había evidenciado la fragilidad del sistema financiero internacional dominado por las economías del G7. En esta cumbre, los líderes abogaron por un sistema económico global más justo, reformas en las instituciones financieras internacionales, y una representación más equitativa en los foros de gobernanza global.
El grupo se convirtió en BRICS en 2010 con la incorporación oficial de Sudáfrica, cuya adhesión fue formalizada en la cumbre de Sanya, China, en abril de 2011. Desde entonces, el bloque ha sostenido reuniones anuales de alto nivel, ampliando su agenda más allá de lo económico para incluir cooperación política, tecnológica, ambiental, sanitaria, educativa y cultural.
En 2023, BRICS dio un paso clave en su evolución al invitar a cinco nuevos países: Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, quienes se integraron formalmente a partir de 2024, reflejando el interés del bloque en fortalecer su representatividad regional y su influencia global (Council on Foreign Relations, 2024).
Los antecedentes históricos de cada miembro fundacional refuerzan la razón de ser del bloque:
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Brasil representa a América Latina y ha buscado históricamente una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU.
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Rusia, heredera de la Unión Soviética, busca mantener su estatus global y contrapesar la influencia occidental.
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India es una democracia emergente con una creciente clase media, relevante en tecnología y servicios.
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China, la segunda economía mundial, ha promovido el comercio y las infraestructuras en el Sur Global.
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Sudáfrica, potencia regional en África, aporta una perspectiva clave del continente más rezagado en términos de desarrollo, pero con gran potencial estratégico.
La sede actual del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) se encuentra en Shanghái, China, lo que simboliza la importancia de Asia en la arquitectura emergente del desarrollo global. Las decisiones del bloque se toman por consenso, sin una jerarquía formal, lo que distingue su estructura de otras organizaciones como el G7 o la OTAN.
Este trasfondo histórico ayuda a comprender por qué el BRICS no es simplemente una alianza económica, sino una propuesta política de reconfiguración del orden mundial, que aboga por una multipolaridad basada en la soberanía, la no intervención y la cooperación pragmática.
El BRICS promueve una visión alternativa de la gobernanza global basada en la cooperación Sur-Sur, es decir, entre países en desarrollo que comparten desafíos estructurales similares y aspiran a un orden internacional más equitativo y multipolar. Esta cooperación no se basa únicamente en el intercambio comercial, sino en la creación de instituciones sólidas y autónomas que puedan competir con las establecidas por los países del Norte Global. Entre los avances más significativos se encuentra el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por sus siglas en inglés), fundado en 2014 con sede en Shanghái. Su objetivo es financiar proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible en países emergentes, sin los estrictos condicionamientos financieros, sociales o ideológicos que tradicionalmente imponen organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (New Development Bank, 2023).
El NDB se distingue por su política de respeto a la soberanía nacional, su proceso simplificado de crédito y su enfoque en proyectos que promueven el crecimiento regional y el desarrollo verde. Hasta 2024, el NDB ha aprobado más de 96 proyectos en sectores como transporte, energía renovable, acceso al agua y conectividad digital, con una inversión acumulada de más de 32,000 millones de dólares (New Development Bank, 2024). Además, se han empezado a realizar operaciones financieras en monedas locales, como el yuan chino, el real brasileño o el rand sudafricano, reduciendo así la dependencia del dólar estadounidense como moneda dominante en transacciones internacionales. Esta estrategia apunta a la desdolarización parcial del comercio Sur-Sur y a fortalecer la autonomía financiera de los miembros del BRICS (Zhao, 2023).
La ampliación del bloque en 2023 con la incorporación de Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía y Arabia Saudita refleja la creciente influencia geopolítica del BRICS. Esta expansión no solo representa una masa crítica mayor en términos de población, recursos naturales y producto interno bruto combinado, sino que también diversifica los intereses regionales y estratégicos del grupo, al incluir potencias energéticas, países musulmanes clave y actores africanos emergentes (Stuenkel, 2024). El objetivo de esta ampliación no es conformar un bloque homogéneo, sino crear un espacio flexible y plural para la negociación y cooperación global entre países que comparten la necesidad de reformas estructurales en el orden mundial.
Las cumbres del BRICS, que se celebran anualmente, no se limitan al diálogo entre los países miembros. En sus ediciones más recientes, han incorporado foros paralelos con países invitados, organizaciones multilaterales y representantes de la sociedad civil y el sector privado. Estas reuniones abordan temas estratégicos como la reforma del sistema financiero internacional, el desarrollo de plataformas tecnológicas soberanas, el acceso justo a vacunas y tecnologías sanitarias, la lucha contra el hambre y el cambio climático, y la creación de una arquitectura de seguridad regional basada en el diálogo multilateral, en lugar de la intervención militar o la presión económica (University of the Witwatersrand, 2023).
Mientras el G7 cumple una función fundamental al establecer marcos regulatorios y estándares globales, especialmente en materia de economía, clima, salud y tecnología, el BRICS actúa como una fuerza de reequilibrio. Su existencia representa una válvula de ajuste para los países que han quedado históricamente al margen de las decisiones clave del sistema internacional, permitiéndoles canalizar sus intereses de forma organizada y con mayor capacidad de negociación colectiva. El BRICS también ofrece alternativas institucionales que apuntan a garantizar el acceso a financiamiento sin imposiciones de políticas neoliberales, fomentar la independencia tecnológica, acelerar la transición energética justa, y garantizar una participación más equitativa en el comercio y la inversión global.
La coexistencia de ambos bloques —G7 y BRICS— lejos de ser excluyente, plantea la posibilidad de un sistema multipolar más inclusivo, donde el diálogo y la cooperación se basen en el respeto mutuo y en la necesidad compartida de enfrentar retos globales como la crisis climática, la inteligencia artificial, la escasez alimentaria, la desigualdad estructural y la fragmentación digital. Para la sociedad global, este equilibrio representa una mayor diversidad de opciones y enfoques, así como una garantía de que el poder no se concentre en manos de unos pocos países, sino que se distribuya en función de los intereses comunes de la humanidad.
TEXTO EN INGLÉS
G7 and BRICS: Competing Visions for Global Governance in a Multipolar World
The Group of Seven, known as the G7, is an alliance of highly developed economies comprising Germany, Canada, the United States, France, Italy, Japan, and the United Kingdom, with the European Union participating as a permanent observer. It was established in 1975 during a meeting in Rambouillet, France, at the initiative of then French President Valéry Giscard d’Estaing and German Chancellor Helmut Schmidt. Its initial purpose was to coordinate economic and financial policies following the turmoil caused by the oil crisis and the collapse of the Bretton Woods system. Since then, the G7 has evolved into an informal but influential platform to address major global challenges that affect not only its members but the entire world.
Over the years, the G7's agenda has expanded beyond economic issues to include interconnected matters such as climate change, fair trade, global security, public health, sustainable development, gender equality, and, more recently, artificial intelligence and emerging technological risks. One of its most significant achievements has been the creation of institutions like the Financial Stability Board in 1999, which monitors global financial risks. It has also promoted initiatives such as the Global Fund to fight AIDS, Tuberculosis, and Malaria, and the Muskoka Initiative for maternal and child health in developing countries. The G7 played a critical role during the COVID-19 pandemic by coordinating funding for one billion vaccine doses through multilateral mechanisms.
The 2025 G7 summit is held in Kananaskis, Alberta, Canada, from June 16 to 17, under Canada’s rotating presidency. This edition is particularly relevant due to the geopolitical context shaped by the war in Ukraine, tensions with China, and the U.S. presidential elections. Notably, Mexico has been invited to participate for the first time as a guest country, along with others such as India, Brazil, and Ukraine. The presence of Mexican President Claudia Sheinbaum marks a historic milestone: the first time a Mexican leader attends this summit in person, signaling a major shift in Mexico’s foreign policy.
Mexico maintains strategic relations with several G7 members, particularly the United States and Canada, its USMCA partners. During the summit, a key trilateral meeting takes place, laying the groundwork for the 2026 treaty review. This opportunity allows Mexico to present and negotiate critical issues such as national steel and aluminum protection, cross-border labor mechanisms, and rules of origin directly impacting domestic industries.
Beyond trade, Mexico arrives at the summit with concrete proposals rooted in a Global South perspective: advocating for ethical regulation of artificial intelligence, strengthening climate policies based on social justice, and promoting orderly migration. It also pushes for allocating at least 1% of global military spending to combat climate change and promotes programs like "Sembrando Vida" as models for sustainable ecological restoration. These proposals position Mexico as a bridge between developing nations and industrialized economies, reaffirming its multilateral and cooperative stance.
The inclusion of guest countries holds strategic value for the G7. Although it is a limited group, its decisions have global repercussions. Including external voices brings legitimacy and opens a North-South dialogue. Guest countries contribute perspectives and priorities that help G7 members better understand the global implications of their decisions. In this regard, Mexico’s presence highlights issues affecting Latin America that are often overlooked at major international summits.
To the general public, the G7 and its annual summits may seem distant, but their decisions have tangible effects: from international standards on trade and digital taxes to commitments on emission reduction, education, health, and equitable technology access. Mexico having a seat at this table increases its ability to influence decisions that directly impact its population. It also strengthens ties with investors and multilateral organizations, opens channels for technical cooperation, and enables shared solutions to cross-border challenges.
Including guest countries also aims to consolidate the collective leadership of the Global South, promoting a more horizontal governance model where decisions emerge from consensus among diverse national realities rather than from a single hegemonic power. This contrasts with the G7 dynamics, where decisions often reflect the Western industrial agenda.
Facing the G7, BRICS represents one of the most relevant alternative coalitions. Originally formed in 2006 and formalized with the inclusion of South Africa in 2010, it emerged as a counterbalance to traditional Western powers. Its creation was driven by the desire of major emerging economies to promote a new model of global governance—more inclusive, multipolar, and development-focused.
BRICS, on the other hand, originates from a conceptual proposal by economist Jim O’Neill in 2001, then head of global economic research at Goldman Sachs. In his article Building Better Global Economic BRICs, O’Neill argued that the emerging economies of Brazil, Russia, India, and China would play an increasingly significant role in the global economy, and that it was necessary to rethink the international financial architecture to include them more representatively.
Although initially a purely analytical category, the countries identified under the BRIC acronym began informal meetings by the mid-2000s. The first official ministerial meeting took place in New York on September 20, 2006, on the sidelines of the UN General Assembly. The foreign ministers of Brazil, Russia, India, and China agreed to create a permanent dialogue and cooperation mechanism.
The first BRIC heads-of-state summit was held in Yekaterinburg, Russia, on June 16, 2009, in the context of the 2008 global financial crisis, which exposed the vulnerability of the international system dominated by G7 economies. The leaders called for a fairer global economic system, reforms in international financial institutions, and more equitable representation in global governance forums.
The group became BRICS in 2010 with the formal admission of South Africa, which was confirmed at the Sanya summit in China in April 2011. Since then, the bloc has held annual high-level summits, broadening its agenda beyond economics to include political, technological, environmental, health, educational, and cultural cooperation.
In 2023, BRICS made a significant move by inviting five new countries—Egypt, Iran, Ethiopia, Saudi Arabia, and the United Arab Emirates—to join as of 2024, reflecting its goal to expand regional representation and global influence.
Each founding member brings historical motivations that justify the group’s formation:
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Brazil represents Latin America and has long sought reform of the UN Security Council.
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Russia, successor to the Soviet Union, seeks to preserve its global standing and counter Western influence.
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India is an emerging democracy with a growing middle class and a strong tech sector.
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China, the world’s second-largest economy, promotes trade and infrastructure in the Global South.
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South Africa, a regional power in Africa, brings a critical perspective from the continent with the greatest development challenges but vast strategic potential.
The New Development Bank (NDB), established in 2014 and headquartered in Shanghai, symbolizes Asia’s central role in emerging global development. BRICS decisions are made by consensus, with no formal hierarchy, distinguishing it from organizations like the G7 or NATO.
This historical background shows that BRICS is not just an economic alliance but a political project seeking to reshape the global order. It promotes multipolarity based on sovereignty, non-intervention, and pragmatic cooperation.
BRICS advocates a South-South cooperation model, meaning collaboration among developing countries that share structural challenges and aspire to a fairer international order. This cooperation goes beyond trade and includes building solid, autonomous institutions that can rival those established by the Global North.
One of BRICS’ most notable achievements is the New Development Bank (NDB), created to fund infrastructure and sustainable development projects in emerging economies, without the strict conditions traditionally imposed by institutions like the IMF or World Bank.
The NDB stands out for respecting national sovereignty, offering simplified credit processes, and focusing on regional growth and green development. By 2024, it had approved over 96 projects in areas such as transport, renewable energy, water access, and digital connectivity, with total investment surpassing $32 billion. The NDB has also started operating in local currencies—like the Chinese yuan, Brazilian real, and South African rand—reducing dependence on the U.S. dollar. This supports partial “de-dollarization” of South-South trade and strengthens financial autonomy.
The bloc's expansion in 2023 reflects BRICS' growing geopolitical relevance. By incorporating key energy producers, Muslim-majority countries, and emerging African powers, it has increased its critical mass in terms of population, natural resources, and GDP. This expansion is not aimed at forming a homogeneous bloc, but rather at creating a flexible space for negotiation and cooperation among nations that seek structural reform in the global system.
BRICS summits now include guest countries, multilateral organizations, and civil society, extending its influence and inclusivity in global dialogue.
Referencias G7:
Referencias BRICS:
University of the Witwatersrand. (2023). The role of BRICS in reimagining multilateralism. Johannesburg: Wits School of Governance.
Council on Foreign Relations. (2024, marzo 12). What is BRICS, and How Has the Bloc Evolved? https://www.cfr.org
Financial Times. (2024, junio 14). G7 to demand wealthy developing nations pay up on climate change.
Gobierno de México. Secretaría de Relaciones Exteriores. (2025, abril 21). México reafirma compromiso con el multilateralismo en la reunión de ministros del G20. https://www.gob.mx/sre
New Development Bank. (2023). Annual Report 2023. https://www.ndb.int/about-us/annual-report
New Development Bank. (2024). Project Database. https://www.ndb.int/projects
O’Neill, J. (2001). Building Better Global Economic BRICs. Goldman Sachs Global Economics Paper No. 66. https://www.goldmansachs.com/insights/archive/archive-pdfs/building-better-brics.pdf
Reuters. (2025, junio 17). Ukraine’s Zelenskiy to seek G7 support as Trump’s early exit puts dampener on summit. https://www.reuters.com
Stuenkel, O. (2024). The BRICS and the Future of Global Order. Global Public Policy Institute. https://www.gppi.net
University of the Witwatersrand. (2023). The role of BRICS in reimagining multilateralism. Johannesburg: Wits School of Governance.
White House. (2024, junio 14). G7 leaders’ statement on climate and health. https://www.whitehouse.gov
UNFCCC. (2023, julio 13). Governments commit to increase climate finance through 2025. https://unfccc.int
Zhao, Y. (2023). "Currency diversification and the BRICS de-dollarization strategy". Journal of Emerging Markets Finance and Trade, 59(4), 102–119.
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